En este fin de semana previo a las
elecciones presidenciales me sorprendo pensando que desde recién llegado el año
pienso en ellas. Me ilusionó pensar en Diciembre 2014 que Octubre 2015 nos
daría la oportunidad de expresarnos con relación al país que aspiramos. Yo,
personalmente, aspiro a un país que despliegue todo su potencial, que se haga
responsable de sus distorsiones sin buscar chivos expiatorios, que logre
multiplicar valor en lugar de concentrarse en cómo disputar lo que ya no
tenemos, ni tendrán, si no hacemos algo, nuestros hijos. Un país inclusivo
en el que tengamos lugar todos, en el que se entiendan los roles, las
contribuciones de todos los sectores y ciudadanos, en el que los
enfrentamientos cedan paso a la reflexión.
Por todo eso, me permito a continuación
recuperar algunos párrafos del post que publiqué el 20/12/2014 dando la
bienvenida al año, creo que son oportunos... Escribía por entonces...
Dice Stephen King (@kingeconomist),
economista británico, que el mundo debiera haber aprendido de Argentina en
lugar de considerarla "rara o fallida" porque hubiera sacado
lecciones aprendidas para resolver el dilema del estancamiento que parece
haberse instalado luego de la crisis financiera mundial.
Radica su razonamiento en que a su
criterio, cuando Argentina encontró un límite a su crecimiento por dificultades
para exportar a Europa durante las Guerras Mundiales, en lugar de reinventarse
y tratar de ampliar mercados y productos que sustituyan a los que se cerraban,
decidió encerrarse y entrar en un laberinto del que todavía no salió en el que
sólo disputa por una torta cada vez más chica. Suena tan familiar...
Pareciera ser que @kingeconomist algo de
razón tiene, el experimento no funcionó: antes de la guerra Argentina tenía el
tamaño de Alemania, ya no... Por estas épocas, para dar sólo algunos datos,
la calidad educativa que supo ser de excelencia se desbarrancó, la producción
ganadera no equipara a la de nuestros países limítrofes, y tal vez para no
dejar huellas (como si eso fuera posible), nuestras estadísticas se resisten a
medir los índices de inflación o pobreza.
Por todo esto, estoy convencida que las
elecciones del próximo domingo nos dan la oportunidad para evolucionar, para
romper el hechizo en el que parecemos haber quedado entrampados desde el siglo
pasado. Ojalá que el próximo domingo la pasión por crecer moral, ética,
social y económicamente sustituya al pensamiento binario.